Archivo de covid

La mala educación

Posted in Historias del día a día with tags , , , on 1 agosto 2020 by Jdcc

Hallábame hace justo una semana sentado en una terraza cercana, bien delimitada contra el imprudente o despistado paso de potenciales intrusos coronavíricos, disfrutando en unos de los mejores bares de tapas de la zona, cerveza fría en mano, cuando el acto cotidiano de sacar dinero de un cajero consiguió arremolinar mis más incendiarias furias inoportunas. Les cuento: veo llegar a una moza, ni joven ni vieja, sin mascarilla ni elemento protector alternativo o sucedáneo y se dispone a operar en el cajero. Nada de particular. Brazos en jarra en modo fallera, una pierna muy estirada y la otra semidoblada en la que se apoyaba, camiseta de tirantas verdes, pantalón corto apretado y calzado chancletero. Comienza a tocar -con tan poca delicadeza que parecía que el cajero chillaba- los botones del cajero directamente con los dedos (nada de guantes, llaves u otros elementos que la protegieran del contacto previo de otros dedos) y, en un primer acto veo que el cajero emite  un ticket / resguardo, la buena moza lo extrae, lo examina con desprecio y de repente, en un movimiento casi flamenco lo revolea por el aire dejándolo caer al suelo siguiendo con atenta indiferencia la pantalla. Yo pensé: ¡lástima! si hubiera alguna papelera cerca, seguro que la buena moza, no se hubiera visto obligada a hacer eso. No había terminado de pensarlo cuando veo esa «peaso» de papelera justo en el cajero a la altura de las manos de la buena moza. Pero es que no había terminado aquel pensamiento y este descubrimiento cuando la buena moza extrae un segundo ticket/resguardo que revolea con el mismo arte flamenco dirección suelo con absoluta indiferencia. Yo, asiduo usuario de los cajeros, se que antes de expedir ticket la maquinita pregunta si quieres imprimirlo, pero supongo que si hay quien no ve más allá de sus narices, no ve más allá de sus manos. Mi «momento indignación» no tuvo freno (cosa poco habitual en mí por cierto, que acostumbro a la mesura y acatamiento social) y justo cuando la buena moza se iba aireando sus pelos al viento le suelto en tono amable pero ligeramente irónico: «disculpa, ¿has visto lo que hay justo en el cajero, eso metálico?», ella, despistada parece no saber que me dirijo a ella, reacciona, me mira y le repito: «digo que si sabes para que sirve eso metálico que está en el cajero» (refiriéndome a la papelera, of course)» La moza se vuelve hacia el cajero como asustada con gesto de «¿se me ha caído algo?, gracias mushacho pero no veo nada, ¡no se que me dices!«. Como no pilla la ironía, of course, me repregunta, y como me voy encendiendo le recontesto ya con tono irónico en nivel volcánico: «¡¡que si no has visto el recipiente metálico del cajero!! ¡Se llama papelera!«. La moza, ahora sí, entiende de repente mi ironía e indignada me responde así de literal, os lo juro: «¡no los he tirado!, ¡se me han caído!.. y ¿¡¿no pretenderás que me agache a cogerlo y me contagie del virus?!?! ¿Verdad?» (post-it mental recordatorio al lector en este punto sobre esa mascarilla que NO llevaba y esos dedos restregados por todas las teclas del cajero automático sin pudor). No salía de mi asombro ni de mi indignación, palabrita del niño Jesús. En algún momento dudé si le soltaría o no lo que se me pasaba ya por la cabeza dada su respuesta porque me indigné mucho/muchísimo: «¡guarra, mentirosa, floja, mal educada!»; esto fue lo que pensé en decir, pero en realidad me contuve y lo que solté fue: «¡pero cómo que se te han caído, si te he visto tirar los papeles al suelo directamente uno detrás de otro!». La buena moza no dejaba de decir gilipolleces para justificarse mientras aligeraba el paso para quitarse de en medio. En fin.

Sinceramente me indigné mucho, muchísimo y ya no se si era con la buena moza, conmigo, con el mundo, con mi pasado, con mi presente, con mi futuro o con el universo entero. Reconozco que me ocurre cuando reflexiono sobre las injusticias del mundo en general y cuando personas que se cruzan en mi vida niegan, tapan o esconden las cosas más evidentes que se presentan ante los sentidos en un intento de no se qué en realidad.

Con la buena moza se fue mi siguiente conjunto de pensamientos intentando adivinar el escenario donde ella iba a relatarle a su pareja/conviviente, madre/padre, hermana/hermano lo que acababa de pasar. Viendo su respuesta jugué a adivinarlo y por dios os juro que apostaría mi brazo izquierdo a que sería algo así: «¡¡no veah illo lo que me ha liao un tío ahí abajo en el cajero porque ar zacá dinero ze ma caío un papé al zuelo!!…..digo, ¡er tío!, que quería que me agachara y tó a cogé er papé del suelo con tor tema del viru y tó!! zerá hilipollah er tío!!!   

Que puta es la vida a veces queridos amigos, pero así es ella: «siempre serás el malo en una historia mal contada»…..verdad, verdadera. ¿O no?

 

 

 

Del wolframio al metacrilato.

Posted in Qué mundo, qué mundo!! with tags , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , on 11 May 2020 by Jdcc

No hay nada como una buena crisis, una pandemia mundial o una guerra para hacer grandes negocios más allá del oportunismo, más allá de la oferta y la demanda o más allá de la escasez, y da igual que seas chino, alemán, norteamericano o gallego porque va en nuestro ADN desde que el hombre es hombre y hay muchos ejemplos a lo largo de la historia.

Desde hace un par de meses lo vemos y seguimos viéndolo en la actual situación con productos ahora básicos como las mascarillas, los guantes de látex, los botes hidroalcóholicos y, como no, con el puto papel higiénico. Ver a la gente huyendo y peleándose con carritos de compra desbordados de kilómetros de celulosa fue una imagen esperpéntica y sobrecogedora del ser humano en esencia que muy pocos podían haber imaginado. Ahora queridos amigos, en este momento de la famosa “desescalada hacía la nueva normalidad” (¡cómo les gusta los eufemismos a los super asesores!) el turno le va a tocar al jodido metacrilato, un material que iba en desuso pero al que le ha llegado la hora de resurgir de entre sus cenizas por un tiempo para hacer caja a lo grande como elemento básico de protección contra el COVID-19. Pronto lo verán… y lo pagarán.

Hace ya algunos años más se vivió en plena crisis de la II Guerra Mundial algo parecido cuando de repente a un metal escaso llamado wolframio (volframio o tungsteno) se le descubrió una aplicación más allá de lo puramente doméstico para bombillas o teles. Resultó que en pleno rearme alemán era propio para reforzar el armamento y el blindaje, así que la Alemania de Hitler se esforzó en buscarlo allá donde hubiera para engrasar bien su maquinaria de guerra pagando lo que hiciera falta. Y resultó que uno de los pocos lugares donde había “a cascoporro” fue en Galicia -España- (aunque también se encontró en Portugal y algún país de sudamérica, el enclave en la península era vital por asuntos de logística). Así que Franco empezó a frotarse las manos porque dio sin esperarlo con una forma de pagar la gran deuda que acumuló con los alemanes durante la Guerra Civil. Pero el negocio se volvió más atractivo aún cuando los aliados (EE.UU y Gran Bretaña) se enteraron del tinglado y decidieron elaborar un programa de “compra preventiva” para intentar reducir el carro de la compra de Alemania (“si me lo llevo yo, no se lo lleva otro” pensaron…. ¡¡coño, como con el papel higiénico!!) dado que el “tito Paco” cuando no se hacía el longuis se hacía el sueco en su actitud oficial de neutralidad vigilantepara sacar tajada de ambos lados (neutralidad vigilante suponía para Franco que dejar de exportar wolframio sólo a Alemania sería un acto no neutral, ¡que huevos tenía Paco!). Así, el precio del wolframio empezó a subir como la espuma hasta el punto de que el régimen vigilaba de cerca las minas para tapar el agujero que suponía las operaciones clandestinas y el mercado negro” que emergió ante el escandaloso precio que llegó a alcanzar, y sobre todo cuando llegó el día en que al presidente de los EE.UU (Roosevelt por aquel tiempo) se le acabó la paciencia con Paco y decidió el embargo a España de petróleo (entre otros productos básicos que suponían un brutal bloqueo económico) hasta que no cesara de vender a los alemanes. A pesar de ello el régimen consiguió venderle bajo cuerda a Hitler durante el primer semestre de 1.944 al menos quinientas toneladas de wolframio1.

Casi peor ejemplo es el que de un tiempo a esta parte podemos ver en el Congo con el “coltán”, otro mineral tan escaso como apreciado del que depende nuestro progreso en relación a la tecnología de los smartphone, tablets y portátiles (una cuestión irrenunciable en nuestro acomodado día a día). Supone una guerra (literal) sin cuartel por las minas para hacerse con el control de la extracción y donde no importan ni las vidas masacradas, ni la semi-esclavitud ni la explotación infantil, solo el beneficio. Y no piensen en el Congo como un país perdido allá en algún lugar de África, porque en eso son (o somos) cómplices todos los países occidentales junto con la China & company. Literal.

Y podríamos queridos amigos ir rellanando la pantalla con múltiples ejemplos, pero creo que la idea se capta rápido, ¿no?. Pero así somos queridos amigos. Así somos. Así fuimos y así seremos, como buitres al acecho de la presa. ¿Y cuál creen ustedes que será el próximo wolframio o el próximo Coltán? Seguramente, en la loca y vital carrera de los países y sus laboratorios farmacéuticos por encontrar la tan ansiada y necesaria vacuna para esta pandemia mundial encontraremos una respuesta. Pronto lo veremos…y lo pagaremos.

 

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1 Para hacerse una idea: gracias al aumento de la producción de las minas españolas, Alemania pasó de adquirir 254 toneladas en 1.942 a 927 en 1.943; pero es que en éste último año, los aliados, en base a su programa de compra preventiva tuvieron que comprar, aparte de para su consumo y de la cuota a Portugal, más de 3.000 toneladas de wolframio español (datos extraídos del libro CHURCHILL Y FRANCO: LA POLITICA BRITÁNICA DE APACIGUAMIENTO Y LA SUPERVIVENCIA DEL REGIMEN, 1940-1945 de Richard Wigg).

Un mundo sin mascarillas.

Posted in Qué mundo, qué mundo!! with tags , , , , , , , , , , , , on 6 May 2020 by Jdcc

Si eres uno de los más de cuatrocientos millones de personas que hablan español en cualquier parte del mundo, tan sólo con pronunciar la palabra “mascarilla” te habrás situado rápidamente. Parece increíble como todo ha cambiado de repente en todos los lugares del mundo, ¿verdad?. Seguramente lo parezca porque simplemente es increíble. Es algo inexplicable. Como una pesadilla o una película de ciencia ficción pero sin extraterrestres.

Después de “siete años sin primaveras” jamás pensé que la octava sería así, demostración de mi particular “principio de incertidumbre” al que intentaré aplicar también mi propia “navaja de Ockham”.

Desde que tengo uso de razón me gustó la historia. Entender la evolución del hombre como animal social desde que habitaba en las cavernas hasta viajar al espacio era y sigue siendo para mí un estímulo. Una de las cosas que me atraía era si, en cada época, las personas eran conscientes de estar “creando” y ser partícipes de la historia que otros, siglos después, aprenderían en los libros (al construir las pirámides, la catedral de Notre-Dame de París, las Cruzadas…. Etc). Por mi parte, desde luego, sí que soy consciente de este momento histórico, y me gusta serlo. Son semanas de una lucha constante entre la piel y la ropa, entre la mentira de los datos y la verdad irrefutable de las realidades silenciadas, entre la soledad de las trágicas trincheras hospitalarias y la cercanía de las personas solidarias que luchan, suman y aportan sin medir ni importarles ni el cómo, ni el cuándo ni el cuánto, entre el desierto de las calles vaciadas y el temor del individuo que se acerca, entre la lejanía del calor de un abrazo y la complicidad del aplauso en los balcones. Pocas cosas unen tanto como un enemigo común desde luego, pero la capacidad de adaptación es la clave de la vida. Viktor Frankl escribió que “al hombre se le puede arrebatar todo salvo una cosa, la última de las libertades humanas: la elección de la actitud personal ante un conjunto de circunstancias para decidir su propio camino…y es esa libertad espiritual, que no se puede arrebatar, lo que hace que la vida tenga sentido y propósito”. Sin duda, y salvando las distancias, alguien que escribió eso sobre la actitud ante la vida en un campo de concentración, es algo a tener muy en cuenta.

Una de las grandes lecciones de estos tiempos difíciles es aprender de Elsa Punset eso de que “la abundancia no es tener mucho, sino tener suficiente”. Nunca mejor dicho porque ahora resulta que todos nos conformamos con “sólo un poquito de lo de antes”. Y es que todo se vuelve normalidad cuando acabas acostumbrándote y parece increíble, porque lo es, lo que podemos llegar a tolerar o soportar con la actitud adecuada. Decía Charlotte Brontë que “si no existiese la adversidad, la prosperidad no sería tan bienvenida”…..lamentablemente. Somos así.

“La salud es la mayor posesión,

la alegría es el mayor tesoro,

la confianza es el mayor amigo”

(Lao Tzu)