La mala educación

Hallábame hace justo una semana sentado en una terraza cercana, bien delimitada contra el imprudente o despistado paso de potenciales intrusos coronavíricos, disfrutando en unos de los mejores bares de tapas de la zona, cerveza fría en mano, cuando el acto cotidiano de sacar dinero de un cajero consiguió arremolinar mis más incendiarias furias inoportunas. Les cuento: veo llegar a una moza, ni joven ni vieja, sin mascarilla ni elemento protector alternativo o sucedáneo y se dispone a operar en el cajero. Nada de particular. Brazos en jarra en modo fallera, una pierna muy estirada y la otra semidoblada en la que se apoyaba, camiseta de tirantas verdes, pantalón corto apretado y calzado chancletero. Comienza a tocar -con tan poca delicadeza que parecía que el cajero chillaba- los botones del cajero directamente con los dedos (nada de guantes, llaves u otros elementos que la protegieran del contacto previo de otros dedos) y, en un primer acto veo que el cajero emite  un ticket / resguardo, la buena moza lo extrae, lo examina con desprecio y de repente, en un movimiento casi flamenco lo revolea por el aire dejándolo caer al suelo siguiendo con atenta indiferencia la pantalla. Yo pensé: ¡lástima! si hubiera alguna papelera cerca, seguro que la buena moza, no se hubiera visto obligada a hacer eso. No había terminado de pensarlo cuando veo esa «peaso» de papelera justo en el cajero a la altura de las manos de la buena moza. Pero es que no había terminado aquel pensamiento y este descubrimiento cuando la buena moza extrae un segundo ticket/resguardo que revolea con el mismo arte flamenco dirección suelo con absoluta indiferencia. Yo, asiduo usuario de los cajeros, se que antes de expedir ticket la maquinita pregunta si quieres imprimirlo, pero supongo que si hay quien no ve más allá de sus narices, no ve más allá de sus manos. Mi «momento indignación» no tuvo freno (cosa poco habitual en mí por cierto, que acostumbro a la mesura y acatamiento social) y justo cuando la buena moza se iba aireando sus pelos al viento le suelto en tono amable pero ligeramente irónico: «disculpa, ¿has visto lo que hay justo en el cajero, eso metálico?», ella, despistada parece no saber que me dirijo a ella, reacciona, me mira y le repito: «digo que si sabes para que sirve eso metálico que está en el cajero» (refiriéndome a la papelera, of course)» La moza se vuelve hacia el cajero como asustada con gesto de «¿se me ha caído algo?, gracias mushacho pero no veo nada, ¡no se que me dices!«. Como no pilla la ironía, of course, me repregunta, y como me voy encendiendo le recontesto ya con tono irónico en nivel volcánico: «¡¡que si no has visto el recipiente metálico del cajero!! ¡Se llama papelera!«. La moza, ahora sí, entiende de repente mi ironía e indignada me responde así de literal, os lo juro: «¡no los he tirado!, ¡se me han caído!.. y ¿¡¿no pretenderás que me agache a cogerlo y me contagie del virus?!?! ¿Verdad?» (post-it mental recordatorio al lector en este punto sobre esa mascarilla que NO llevaba y esos dedos restregados por todas las teclas del cajero automático sin pudor). No salía de mi asombro ni de mi indignación, palabrita del niño Jesús. En algún momento dudé si le soltaría o no lo que se me pasaba ya por la cabeza dada su respuesta porque me indigné mucho/muchísimo: «¡guarra, mentirosa, floja, mal educada!»; esto fue lo que pensé en decir, pero en realidad me contuve y lo que solté fue: «¡pero cómo que se te han caído, si te he visto tirar los papeles al suelo directamente uno detrás de otro!». La buena moza no dejaba de decir gilipolleces para justificarse mientras aligeraba el paso para quitarse de en medio. En fin.

Sinceramente me indigné mucho, muchísimo y ya no se si era con la buena moza, conmigo, con el mundo, con mi pasado, con mi presente, con mi futuro o con el universo entero. Reconozco que me ocurre cuando reflexiono sobre las injusticias del mundo en general y cuando personas que se cruzan en mi vida niegan, tapan o esconden las cosas más evidentes que se presentan ante los sentidos en un intento de no se qué en realidad.

Con la buena moza se fue mi siguiente conjunto de pensamientos intentando adivinar el escenario donde ella iba a relatarle a su pareja/conviviente, madre/padre, hermana/hermano lo que acababa de pasar. Viendo su respuesta jugué a adivinarlo y por dios os juro que apostaría mi brazo izquierdo a que sería algo así: «¡¡no veah illo lo que me ha liao un tío ahí abajo en el cajero porque ar zacá dinero ze ma caío un papé al zuelo!!…..digo, ¡er tío!, que quería que me agachara y tó a cogé er papé del suelo con tor tema del viru y tó!! zerá hilipollah er tío!!!   

Que puta es la vida a veces queridos amigos, pero así es ella: «siempre serás el malo en una historia mal contada»…..verdad, verdadera. ¿O no?

 

 

 

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