Archivo de agosto, 2020

Día de playa.

Posted in Historias del día a día with tags , , , , , , , on 8 agosto 2020 by Jdcc

Soy mar. El salitre y la sal forman parte de mí. A pesar de eso, no acostumbro a estar un día entero en la playa pero a veces, puede ser muy apetecible si encuentras un lugar adecuado. Búscate un rincón apartado de la costa turística, si no lo más alejado posible al menos lo más virgen posible de hoteles, chiringuitos y paseos marítimos con gente y coches que deambulan constantemente. Búscate un refugio de esos huérfanos de aceras donde el acceso a la playa es una aventura en sí mismo bajando por un acantilado. Búscate una de esas playas donde el agua del mar no te esconde nada por lo clara, limpia y transparente, tanto que verás el fondo desde lo alto del acantilado antes de bajar. Da igual arena fina o de guijarros, todas son buenas. Disfruta de la caminata al bajar y deja de verlo como un problema, forma parte del encanto. Busca un hueco para ti, planta esa sombrilla, tiende tu toalla, coloca tu bolsa o tu mochila y no demores ese primer contacto con el agua que tendrá la temperatura perfecta tras el esfuerzo de la bajada, déjate caer y nota la piel erizándose de alegría al sentir el frescor del agua. Túmbate al sol después y vive las lentas y simbióticas caricias que los rayos te proporcionan para secarte el cuerpo mojado. Olvida el móvil y llévate un buen libro. Tampoco desatiendas el aspecto culinario. La playa es un magnífico sitio para darle gusto al paladar. Algún aperitivo y un cerveza bien fría son imperdonables. Luego, aunque un bocadillo es siempre buena opción, me inclino por una buena tortilla de patatas con cebolla, o una ensaladilla de pimientos asados o incluso salmorejo, aunque particularmente me encanta un buen plato de pasta acompañado de un lambrusco bien frío. Todo sabe mejor. ¿Y qué me dices de la siesta? ¿Hay siesta mejor en el mundo que tumbado a la brisa del mar? Al atardecer, espera a que la gente empiece a abandonar la playa, es posible que aparezcan algunas nubes y el día se enfríe un poco. Aprovecha el atardecer y nada tranquilamente hacía el fondo cuando el mar esté en calma, escucha el tibio ruido del agua al bracear y el crujir de las piedras del fondo del mar con la marea cuando sumerjas la cabeza. Gira el cuerpo y colócate boca arriba un instante, flota y abandónate a la respiración con los ojos abiertos al cielo. Relaja todo el cuerpo, nota la profundidad. Retén dentro de ti las sensaciones con el movimiento del agua, el cuerpo y siéntete libre entre la infinita hermandad del cielo, el mar y tú como nexo en ese universo durante ese breve instante. Yo no se qué es la felicidad, pero para mí, esa sensación se le debe parecer mucho. Luego toca regresar, subir la pendiente. Pero no pienses en eso, recréate en las vistas conforme subas y no dejes de mirar a esa perfecta línea del horizonte que une el cielo y el mar, deslúmbrate con esa inmensidad. Cierra un círculo de placer con todos estos pequeños grandes lujos que nos ofrece la vida y que suponen una fiesta para los sentidos.

abandónate..... y siéntete libre entre la infinita hermandad del cielo, el mar y tú

abandónate….. y siéntete libre entre la infinita hermandad del cielo, el mar y tú.

La mala educación

Posted in Historias del día a día with tags , , , on 1 agosto 2020 by Jdcc

Hallábame hace justo una semana sentado en una terraza cercana, bien delimitada contra el imprudente o despistado paso de potenciales intrusos coronavíricos, disfrutando en unos de los mejores bares de tapas de la zona, cerveza fría en mano, cuando el acto cotidiano de sacar dinero de un cajero consiguió arremolinar mis más incendiarias furias inoportunas. Les cuento: veo llegar a una moza, ni joven ni vieja, sin mascarilla ni elemento protector alternativo o sucedáneo y se dispone a operar en el cajero. Nada de particular. Brazos en jarra en modo fallera, una pierna muy estirada y la otra semidoblada en la que se apoyaba, camiseta de tirantas verdes, pantalón corto apretado y calzado chancletero. Comienza a tocar -con tan poca delicadeza que parecía que el cajero chillaba- los botones del cajero directamente con los dedos (nada de guantes, llaves u otros elementos que la protegieran del contacto previo de otros dedos) y, en un primer acto veo que el cajero emite  un ticket / resguardo, la buena moza lo extrae, lo examina con desprecio y de repente, en un movimiento casi flamenco lo revolea por el aire dejándolo caer al suelo siguiendo con atenta indiferencia la pantalla. Yo pensé: ¡lástima! si hubiera alguna papelera cerca, seguro que la buena moza, no se hubiera visto obligada a hacer eso. No había terminado de pensarlo cuando veo esa «peaso» de papelera justo en el cajero a la altura de las manos de la buena moza. Pero es que no había terminado aquel pensamiento y este descubrimiento cuando la buena moza extrae un segundo ticket/resguardo que revolea con el mismo arte flamenco dirección suelo con absoluta indiferencia. Yo, asiduo usuario de los cajeros, se que antes de expedir ticket la maquinita pregunta si quieres imprimirlo, pero supongo que si hay quien no ve más allá de sus narices, no ve más allá de sus manos. Mi «momento indignación» no tuvo freno (cosa poco habitual en mí por cierto, que acostumbro a la mesura y acatamiento social) y justo cuando la buena moza se iba aireando sus pelos al viento le suelto en tono amable pero ligeramente irónico: «disculpa, ¿has visto lo que hay justo en el cajero, eso metálico?», ella, despistada parece no saber que me dirijo a ella, reacciona, me mira y le repito: «digo que si sabes para que sirve eso metálico que está en el cajero» (refiriéndome a la papelera, of course)» La moza se vuelve hacia el cajero como asustada con gesto de «¿se me ha caído algo?, gracias mushacho pero no veo nada, ¡no se que me dices!«. Como no pilla la ironía, of course, me repregunta, y como me voy encendiendo le recontesto ya con tono irónico en nivel volcánico: «¡¡que si no has visto el recipiente metálico del cajero!! ¡Se llama papelera!«. La moza, ahora sí, entiende de repente mi ironía e indignada me responde así de literal, os lo juro: «¡no los he tirado!, ¡se me han caído!.. y ¿¡¿no pretenderás que me agache a cogerlo y me contagie del virus?!?! ¿Verdad?» (post-it mental recordatorio al lector en este punto sobre esa mascarilla que NO llevaba y esos dedos restregados por todas las teclas del cajero automático sin pudor). No salía de mi asombro ni de mi indignación, palabrita del niño Jesús. En algún momento dudé si le soltaría o no lo que se me pasaba ya por la cabeza dada su respuesta porque me indigné mucho/muchísimo: «¡guarra, mentirosa, floja, mal educada!»; esto fue lo que pensé en decir, pero en realidad me contuve y lo que solté fue: «¡pero cómo que se te han caído, si te he visto tirar los papeles al suelo directamente uno detrás de otro!». La buena moza no dejaba de decir gilipolleces para justificarse mientras aligeraba el paso para quitarse de en medio. En fin.

Sinceramente me indigné mucho, muchísimo y ya no se si era con la buena moza, conmigo, con el mundo, con mi pasado, con mi presente, con mi futuro o con el universo entero. Reconozco que me ocurre cuando reflexiono sobre las injusticias del mundo en general y cuando personas que se cruzan en mi vida niegan, tapan o esconden las cosas más evidentes que se presentan ante los sentidos en un intento de no se qué en realidad.

Con la buena moza se fue mi siguiente conjunto de pensamientos intentando adivinar el escenario donde ella iba a relatarle a su pareja/conviviente, madre/padre, hermana/hermano lo que acababa de pasar. Viendo su respuesta jugué a adivinarlo y por dios os juro que apostaría mi brazo izquierdo a que sería algo así: «¡¡no veah illo lo que me ha liao un tío ahí abajo en el cajero porque ar zacá dinero ze ma caío un papé al zuelo!!…..digo, ¡er tío!, que quería que me agachara y tó a cogé er papé del suelo con tor tema del viru y tó!! zerá hilipollah er tío!!!   

Que puta es la vida a veces queridos amigos, pero así es ella: «siempre serás el malo en una historia mal contada»…..verdad, verdadera. ¿O no?