Del wolframio al metacrilato.

No hay nada como una buena crisis, una pandemia mundial o una guerra para hacer grandes negocios más allá del oportunismo, más allá de la oferta y la demanda o más allá de la escasez, y da igual que seas chino, alemán, norteamericano o gallego porque va en nuestro ADN desde que el hombre es hombre y hay muchos ejemplos a lo largo de la historia.

Desde hace un par de meses lo vemos y seguimos viéndolo en la actual situación con productos ahora básicos como las mascarillas, los guantes de látex, los botes hidroalcóholicos y, como no, con el puto papel higiénico. Ver a la gente huyendo y peleándose con carritos de compra desbordados de kilómetros de celulosa fue una imagen esperpéntica y sobrecogedora del ser humano en esencia que muy pocos podían haber imaginado. Ahora queridos amigos, en este momento de la famosa “desescalada hacía la nueva normalidad” (¡cómo les gusta los eufemismos a los super asesores!) el turno le va a tocar al jodido metacrilato, un material que iba en desuso pero al que le ha llegado la hora de resurgir de entre sus cenizas por un tiempo para hacer caja a lo grande como elemento básico de protección contra el COVID-19. Pronto lo verán… y lo pagarán.

Hace ya algunos años más se vivió en plena crisis de la II Guerra Mundial algo parecido cuando de repente a un metal escaso llamado wolframio (volframio o tungsteno) se le descubrió una aplicación más allá de lo puramente doméstico para bombillas o teles. Resultó que en pleno rearme alemán era propio para reforzar el armamento y el blindaje, así que la Alemania de Hitler se esforzó en buscarlo allá donde hubiera para engrasar bien su maquinaria de guerra pagando lo que hiciera falta. Y resultó que uno de los pocos lugares donde había “a cascoporro” fue en Galicia -España- (aunque también se encontró en Portugal y algún país de sudamérica, el enclave en la península era vital por asuntos de logística). Así que Franco empezó a frotarse las manos porque dio sin esperarlo con una forma de pagar la gran deuda que acumuló con los alemanes durante la Guerra Civil. Pero el negocio se volvió más atractivo aún cuando los aliados (EE.UU y Gran Bretaña) se enteraron del tinglado y decidieron elaborar un programa de “compra preventiva” para intentar reducir el carro de la compra de Alemania (“si me lo llevo yo, no se lo lleva otro” pensaron…. ¡¡coño, como con el papel higiénico!!) dado que el “tito Paco” cuando no se hacía el longuis se hacía el sueco en su actitud oficial de neutralidad vigilantepara sacar tajada de ambos lados (neutralidad vigilante suponía para Franco que dejar de exportar wolframio sólo a Alemania sería un acto no neutral, ¡que huevos tenía Paco!). Así, el precio del wolframio empezó a subir como la espuma hasta el punto de que el régimen vigilaba de cerca las minas para tapar el agujero que suponía las operaciones clandestinas y el mercado negro” que emergió ante el escandaloso precio que llegó a alcanzar, y sobre todo cuando llegó el día en que al presidente de los EE.UU (Roosevelt por aquel tiempo) se le acabó la paciencia con Paco y decidió el embargo a España de petróleo (entre otros productos básicos que suponían un brutal bloqueo económico) hasta que no cesara de vender a los alemanes. A pesar de ello el régimen consiguió venderle bajo cuerda a Hitler durante el primer semestre de 1.944 al menos quinientas toneladas de wolframio1.

Casi peor ejemplo es el que de un tiempo a esta parte podemos ver en el Congo con el “coltán”, otro mineral tan escaso como apreciado del que depende nuestro progreso en relación a la tecnología de los smartphone, tablets y portátiles (una cuestión irrenunciable en nuestro acomodado día a día). Supone una guerra (literal) sin cuartel por las minas para hacerse con el control de la extracción y donde no importan ni las vidas masacradas, ni la semi-esclavitud ni la explotación infantil, solo el beneficio. Y no piensen en el Congo como un país perdido allá en algún lugar de África, porque en eso son (o somos) cómplices todos los países occidentales junto con la China & company. Literal.

Y podríamos queridos amigos ir rellanando la pantalla con múltiples ejemplos, pero creo que la idea se capta rápido, ¿no?. Pero así somos queridos amigos. Así somos. Así fuimos y así seremos, como buitres al acecho de la presa. ¿Y cuál creen ustedes que será el próximo wolframio o el próximo Coltán? Seguramente, en la loca y vital carrera de los países y sus laboratorios farmacéuticos por encontrar la tan ansiada y necesaria vacuna para esta pandemia mundial encontraremos una respuesta. Pronto lo veremos…y lo pagaremos.

 

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1 Para hacerse una idea: gracias al aumento de la producción de las minas españolas, Alemania pasó de adquirir 254 toneladas en 1.942 a 927 en 1.943; pero es que en éste último año, los aliados, en base a su programa de compra preventiva tuvieron que comprar, aparte de para su consumo y de la cuota a Portugal, más de 3.000 toneladas de wolframio español (datos extraídos del libro CHURCHILL Y FRANCO: LA POLITICA BRITÁNICA DE APACIGUAMIENTO Y LA SUPERVIVENCIA DEL REGIMEN, 1940-1945 de Richard Wigg).

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