Archivo de dolor

Pozo oscuro, aguas claras.

Posted in Con los ojos cerrados y el corazón abierto with tags , , , , , , on 18 septiembre 2022 by Jdcc

Decía un compañero, sabiamente: “hay que saber elegir las batallas”. En otra ocasión, colgado en mitad de una montaña oí: “soldado que huye vale para otra guerra”. Sinceramente, nunca fueron esas virtudes de las que haya podido presumir. Nunca supe elegirlas y jamás supe o pude huir de ellas. Por algún motivo me obligaba a no dejarlas pasar. Pero también es cierto que algunas veces no hay opción. Llevo tiempo pensando en las que fui atravesando desde hace casi un año y en las sensaciones y emociones que me invadían en los momentos previos, y lo que ocurrió en los momentos posteriores.

Cuando, roto por dentro, el cansancio me llevó al desapego decidí arrojarme emocionalmente a un pozo oscuro del que pensé que no encontraría una salida. Algunos meses después, ávido por abandonar ese pozo empecé a buscar experiencias para vivir la vida como si no hubiera un mañana, otra vez.

En una de ellas, me tocó descolgarme por una pared desde la que ni siquiera me atreví a mirar hacia abajo porque sabía que se apoderaría de mí un pánico incontrolable, así que simplemente me dediqué a disimular el miedo que me atenazaba, prestar atención a las instrucciones del monitor y centrarme en mi agitada respiración. Segundos después me descubrí colgado sobre un mini abismo que me empequeñecía y me devoraba por segundos. Sólo me quedó aguantar la presión, resistir, confiar y avanzar poco a poco…..poco a poco…..muy poco a poco. Al llegar abajo, me solté las cuerdas y el arnés, seguí disimulando unos instantes el acojone delante de los compañeros con una media sonrisa y me aparté del grupo. Me arrodillé, miré hacia arriba y dimensioné lo que acababa de hacer. Rompí a llorar como un niño. Por un lado, por la presión contenida, por otro, por la ansiedad que sufrí tanto tiempo, por otro por haber sido capaz de hacerlo descubriendo otra vez en mí cualidades que ignoraba tener y que siempre admiré en otros. Me sentí liberado y reforzado. En ese pozo oscuro, había aguas claras.

También hace ya muchos meses, recuperé una vieja costumbre abandonada: bañarme en el mar, de noche y desnudo. Poder nadar y abandonarte en ese negro infinito en que te recogen la noche y el mar siempre me atrajo y abrumó, pero a la vez me relajaba y me alejaba de todo. Recuerdo esa noche, aguantar la respiración al entrar en el agua, cerrar los ojos, sumergirme y sentir el roce del agua aliviadora del mar en cada poro de mi piel. Recuerdo luego estar un rato flotando en el agua mientras miraba el cielo negro acompañado sólo por mi respiración. Me volví a permitir abandonarme para poder rescatarme. Al incorporarme, limpié de mi cara las gotas de agua del mar, miré hacia la orilla y encontré el contorno de una sombra a contraluz. Sentí que esa iba a ser mi puerta abierta. En ese pozo oscuro, había aguas claras.

... flotando mientras miraba el cielo negro y oía tan sólo mi respiración

Meses más tarde, quise darle forma a un viejo sueño construido durante casi treinta años. Con una ilusión infantil desconocida en mí pero con la tristeza de tener que hacerlo sólo, me embarqué rumbo a Egipto. Me sentía como un niño en la noche de reyes. Justo antes de entrar en la gran pirámide estaba desbordado por la emoción: todo aquello era otra dimensión. Estaba tan nervioso, tan ansioso, tan deslumbrado y tan emocionado por poder ver, tocar, caminar y penetrar por aquellas misteriosas piedras milenarias que resultó estar viviendo algo irreal. Viajar solo te da otras oportunidades. Y en este viaje, entre muchos, hubo dos momentos únicos e inolvidables a los que mi cabeza recurre de vez en cuando, momentos que me ayudaron a entender qué había dentro de mí y qué había ocurrido conmigo: el primero, mis paseos a solas sin turistas por el mágico Templo de Philae; el segundo, navegar de noche por el Nilo sentado en la cubierta de la embarcación. Esas aguas, esa brisa, ese olor, ese cielo, esas estrellas, esa luna, ese sonido, ese balanceo, ese momento de infinita soledad se grabó en mi retina, en mi memoria, en mi piel y en mi corazón para siempre. En ese justo y exacto momento, el viento se llevó todas mis tormentas y me permitió ver de nuevo cuanta luz brilla en las noches negras y oscuras, me permitió descubrir que ese cielo y esa luz seguían ahí, intactos, para mí. En ese trayecto nocturno viví un breve pero consciente e intenso instante de infinita y absoluta serenidad que jamás olvidaré. En ese trayecto, encontré paz. En ese trayecto, clavé mi bandera. En ese pozo oscuro, había aguas claras.

...poder ver, tocar, caminar y penetrar por aquellas misteriosas piedras milenarias que resultó estar viviendo algo irreal

El otro día, después de muchos meses soportando un dolor crónico, lacerante y limitante que me ha obligado a readaptar constante y diariamente cada postura de mi cuerpo y me ha hecho sentir perdido, anulado, sobrepasado y derrotado, pude volver a hacer deporte y a nadar en la piscina. El momento exacto de entrar en el agua, percibir su textura, su temperatura y comenzar a deslizarme para ejercitarme sin sentir ese dolor en busca de una extraordinaria normalidad fue algo humanamente indescriptible y verdaderamente emocionante. Fue como si mezclara a la vez todas las sensaciones anteriores en una.

Se que aún me queda mucho camino, pero sentirse libre de las cadenas del dolor y el sufrimiento para disfrutar del regalo de la vida es el mejor regalo en sí mismo. Sin embargo, me gusta pensar que, como me ha ocurrido tan menudo últimamente, en ese pozo oscuro, también había aguas claras.