Archivo de Romería de San Antonio

Ermita, capilla, santuario.

Posted in Historias del día a día with tags , , , , , , , on 22 diciembre 2023 by Jdcc

Fue en un mes de abril de hace ya algunos años. Se llamaba Isard Aguiló Solá, un catalán afincado en la capital dedicado con muy buenas artes a enseñar y explicar Madrid a los turistas, a los viajeros y a los propios madrileños de quien oí hablar por primera vez de ese lugar: “Es mi rincón favorito de Madrid, una verdadera joya” dijo, y así quedó anotado en mi pequeña Moleskine que ya por aquellos años empezaba a usar con frecuencia en los viajes con la intención de retener las sensaciones que me invadían cuando viajaba con la sola esperanza de que en momentos ulteriores de mi vida pudiera volver a revivirlos. A pesar de ello y de que Madrid siempre ha sido y sigue siendo un destino predilecto a donde vuelvo a menudo, solo quedó como un apunte en un papel.

Fue en un diciembre de hace ya menos años, tal día como hoy, después de atravesar el cielo de la Casa de Campo y descubrir Madrid desde nuevos horizontes desconocidos para mí al recorrer a pie el camino de vuelta como, en una senda encontrada de forma indescifrada pero ineludible, nuestros pasos acabaron colocando a nuestros ojos frente a ese pequeño, desapercibido, discreto, austero, solitario, esquivo, tímido e introvertido edificio: la ermita de San Antonio de la Florida. Posiblemente surgiera en mí, no lo recuerdo con claridad, una incipiente mueca de duda, incertidumbre o desilusión, pero fue aquí donde la parte buena de los prejuicios entró en acción permitiendo a las sorpresas colarse por una inesperada puerta trasera, silenciosa y secreta. No fue su pequeña planta de cruz griega ni la arquitectura, no fue el silencio ni la luz ni la quietud ni el momento. No fue el verte rodeado e inundado por los impresionantes frescos de Goya ni por su tumba. No fue eso. No fue la vasta y profunda atmósfera que inundaba ese pequeño espacio. No sé. No lo sé. No sé lo que fue. No sé qué sucedió entre aquellos pasos que me hacían girar sobre mí. Sinceramente no lo sé y por eso no puedo explicar lo que provocó un desbordamiento emocional tan desproporcionado como irreal tan solo por estar allí. O quizás fue todo a la vez. Lo desconozco. Sólo sé que ocurrió y que ni ese lugar ni ese momento precisaron de más apuntes en un papel, que ese momento ocurrió en ese lugar y quedó, quedó dentro, muy dentro, y quedó también fuera, como una especie de grieta imprecisa, reconocible e irreparable de la memoria.

Aún existió el momento necesario de justo después sentados en un banco próximo mirando el edificio desde fuera donde hicimos tiempo para asimilar lo que acababa de acontecer, el momento para reflexionar, para confesar, para entender, o al menos, para recuperarnos del vaivén interior.

Si algún día os da por visitarla y no sentís nada de esto no os apuréis, saliendo a la derecha siempre os espera desde 1.888 Casa Mingo con el plato especial de pollo con sidra, sin duda, una experiencia menos mística, más mundana pero no por ello menos exquisita.

Imagen de Federico Ruiz – (15 de junio de 1857). «Ermita y romería de San Antonio de la Florida». El Museo Universal 1 (11): 85. ISSN 1889-8440., Dominio público, https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=35325920