Archivo de Puentes de Madison

Recordando cuatro días (1).

Posted in Historias del día a día with tags , , on 28 marzo 2021 by Jdcc

Hay películas que merece la pena volver a vez de vez en cuando porque cada vez son distintas y descubres nuevos matices e, incluso a veces, se vuelven más intensas dado como uno cambia con la vida, uno evoluciona, y con ello cambia también la forma de ver y sentir algunas cosas.

En esta película ella se llamaba Francesca (Meryl Streep), y conoció a su futuro marido cuando éste, como soldado, apareció en su vida, y le sirvió para escapar de su pueblo natal, Bari (Italia) y emigrar a EE.UU. Pero su sueño de libertad y amor, con el tiempo, se volvió monotonía al entregarse a su marido y sus hijos. Sus días de servilismo familiar la pintan de gris, de soledad, caminando en una vida apagada. De ella me encanta sin embargo su ilusión infatigable por vivir día a día, sus pequeños detalles, su entrega incondicional, sus inquietudes culturales y que camina descalza por la casa.

Robert (Clint Eastwood) es un fotógrafo del National Geographic que, perdido buscando los puentes del condado de Madison para un reportaje, encuentra la ayuda de Francesa para orientarse.

De este simple y casual encuentro, la vida de los dos se transforma para siempre, de repente e inesperadamente. Ambos, tan diferentes en lo aparente y tan iguales en lo esencial, encuentran el uno en el otro ese punto de unión, ese nexo, esa pasión, esa conexión en forma de huella reconocible en un camino que cada uno andaba persiguiendo en la vida sin saberlo. A veces ocurre, lo se.

Robert es un hombre de mundo al que le “gusta tener la impresión de estar abrazando el misterio”, “un solitario pero no un monje”, un vagamundos sin ataduras que la conocerá y la entenderá mejor que nadie. Ella junto a él ríe y ríe como siempre, o mejor dicho, como nunca. Ella encuentra en él, después de una vida, todo aquello por lo que se fue un día de Bari, y se siente comprendida por primera vez porque de su marido, sólo queda la conciencia de que es un “hombre limpio”. “Pero usted es todo menos una mujer simple”, le espeta Robert. Ella se reencuentra con ella misma como mujer para ser alguien más que la cocinera, la limpiadora y la facilitadora de su familia. Él, le pone luz sobre ella misma. Ambos se redescubren mutuamente y el uno al otro.

Y es que a veces ocurre que, cuando crees que tu vida está completa, algo o alguien te pone luz en todo lo que ni siquiera eras consciente que te faltaba, y cualquier charla compartiendo mesa y mantel se vuelven incluso sin esperarlo pura, simple e intensa magia inexplicable.

Ambos se aman, pero tan rápido como eso ocurre se dan cuenta de que están atrapados por sus propios mundos. Mundos irreconciliables. Ellos querían detener el tiempo pero el tiempo nunca se detiene. Fue encontrar a la persona adecuada en el momento equivocado. Y llega la hora de decidir: dejarse llevar o dejarse pasar, pero ninguno de los dos se atreve.

Ella, a pesar de ser infeliz, no se marchará.

Él, no quiere necesitarla porque no puede tenerla.

Y aunque “el amor no obedece a nuestras esperanzas”, en contra, existen “esa clase de certezas que solo se presente una vez en la vida”.

Cuando reaparece la familia de Francesca, él, la esperará bajo la lluvia en aquel cruce de caminos. Ella, en la furgoneta con su marido, al verlo, duda entre quedarse o girar la maneta de la puerta para salir huyendo con él. Le tiembla la mano para huir de su Bari particular. Él, entiende ahora que eso no ocurrirá, pero aún así, justo antes de arrancar su coche la llama desesperanzado y la invita amarrando en el espejo retrovisor el colgante que ella le regaló. Él, volverá a ser el vagamundos que siempre ha sido. Ella, huirá de sí misma para dejarlo ir y quedarse atrapada otra vez en su amor entendido como entrega dentro de una vida monótona, solitaria y gris.

(1) “Recordando cuatro días” es el book de fotos que Robert, de forma póstuma, le envía a Francesca con las fotos de aquellos días compartidos en los Puentes de Madison.