Archivo de Parque de atracciones

Los espejos deformados.

Posted in Con los ojos cerrados y el corazón abierto with tags , , , on 1 julio 2013 by Jdcc

Alguna vez recuerdo cuando mi madre me llevaba de pequeño a un parque de atracciones, hoy venido a menos, y siempre teníamos la costumbre de pasar, como no podía ser de otra forma, por el primer punto de diversión: la sala de los espejos deformes.

     Recuerdo cómo la primera vez me asusté. Me asusté mucho. No quería mirar y me escondía detrás de ella. Un niño inseguro que de repente se torna gordo, o alto, o deforme, o con cara de loco, o delgado, o malformado, o cabezón, o enano….. La sensación de creer tener claro quien era chocó frontalmente con la “realidad” que aquellas imágenes me describían haciendo saltar por los aires la frágil seguridad en mí mismo y la escasa autoestima que a esas edades aglutinaba. La lucha contra el temor y el rechazo de no querer ser lo que aquellas imágenes me gritaban que era o podía parecer, llegó a producirme pánico. Recuerdo que en varias ocasiones posteriores lloré porque no quería volver a entrar. La “realidad” de aquellas imágenes tuvo tal fuerza sobre mí que tardé en enfrentarme a quién, en mi fuero interno, no quería ser, a quién me negaba en convertirme, pero su sombra alargada en mi retina y en mi conciencia me atrapó de tal forma que durante bastante tiempo le di credibilidad, como en una religión, asumiendo como verdad lo que veía y todo lo que se me presentaba como externo, de tal forma que llegué a negarme, a omitirme, a sustituirme, no admitiendo como real nada fuera de aquellas imágenes “verdaderas”. Después de mucho tiempo, sufrimiento y mucho pelear, gané mi guerra.

     Aquello me ocurrió de pequeño, pero sin duda, estoy seguro de que muchas personas siguen enfrentándose en sus silencios más profundos, en sus soledades más eternas y en sus pensamientos cotidianos, con sus propios miedos generados por su personal y oscura sala de los espejos deformes. A esas personas que, admiradas, se sienten rechazadas; a aquellas que, hermosas, se creen desafortunadas; a aquellas que, luchadoras, se dejan caer vencidas, les diría que no se detengan, que no se queden ahí, que no duden, que luchen, que no se rindan y que no permanezcan prisioneras en esa cárcel de sensaciones, que por encima de lo que cualquier ficticia realidad pueda presentarles como una verdad incuestionable, siempre existen otras, más cercanas, firmes, auténticas y fieles con nosotros mismos.

P.D.: “»Dolor compartido, mitad del dolor. Alegría compartida, doble alegría.»