Archivo de morfina

Una historia por contar.

Posted in Con los ojos cerrados y el corazón abierto with tags , , , on 9 octubre 2013 by Jdcc

Esta historia pendiente no lo es por su extensión, pues será como esos perfumes muy caros que se venden en tarros minúsculos. Esta historia pendiente no tendrá mucha importancia para algunos, pero soy de esos que aprendieron hace mucho a distinguir entre las cosas importantes y las cosas que suelen importar a la gente. Esta historia pendiente, es una historia llena de cuestiones a las que aún no he podido encontrar respuestas y que permanecerán ya por siempre como esos silencios que quedaron vacíos.

          La primera de ellas se mantiene desde el año dos mil diez, y tiene que ver con cómo es posible que pudieras haber llegado hasta la puerta de casa. Fue una noche de enero cuando una serie de agudos y estremecedores quejidos atravesaron los muros de la casa. Al abrir la puerta estabas allí, justo allí, como si supieras en el lugar exacto donde debías de parar después de haberte arrastrado con sólo dos patas atravesando todo el patio y tras, sin saber aún como, haber sorteado la valla de la entrada. Esa noche sin duda fue la peor de todas. Tus quejidos continuos de dolor desgarraban nuestra alma humana. Tras una larga y dura noche, al ir al veterinario al día siguiente descubrimos que una cadera fracturada y tres disparos de perdigón que algún animal –de esa especie bípida que habita en bastantes lugares de este horrible mundo- fueron el motivo de tus interminables lamentos. Una operación que no podíamos pagar y que no aseguraba un buen resultado, o un tratamiento con morfina y tiempo fueron las dos soluciones que se nos plantearon por el veterinario: “algunos gatos son seres excepcionales, y en estos casos, mientras el gato y el hueso estén en la misma habitación es posible salir adelante. Sólo se le notará por un caminar un poco chulo”. Estas palabras entrecomilladas de Juan José V.G. -el veterinario- se me quedaron grabadas.

                 Y tuvo razón. En varias semanas ya estabas saltando por el muro de la entrada. Fue la primera muestra del ser tan excepcional que ibas a demostrar ser y la primera alegría de tantas que nos ibas a regalar. A partir de ahí todo fue rodado y te convertiste por méritos propios en la tercera pata de este trípode. Como dice la canción: “came in through the bathroom window”, y es que el sentimiento que me transmite este verso de The Beatles pocas veces lo encontré tan claramente debajo de otro ser.

              Y todo aquello pareció resultar un corte de mangas a la propia muerte. Pero ahí nos equivocamos, porque a la muerte no se le puede engañar, y esta vez llegó sin avisar como sólo ella sabe hacer, casi tres años después, y como por venganza no ha querido pasar de largo ni perdonarnos la afrenta. Esta vez te agarró con fuerza y no supimos cómo hacer para que te soltara: ni morfina, ni inyecciones, ni pastillas, ni tratamientos ni el deseo infinito de que siguieras con nosotros. Maldita sea la muerte un millón de veces por habernos dejado huérfanos de ti. Maldita sea ella y su miserable presencia siempre.

             Ahora, intentando hacer inventario me descubro sentado solo en la hamaca vacía del salón, esa que me robabas y a mí me encantaba; y paseando por la casa me parece ver tu silueta en la ventana del cuarto de estudio cuando parecías filosofar durante horas mirando a través de ella… la misma ventana que ahora dejo a veces entreabierta por si quieres volver a salir a descansar en el alféizar; me pregunto qué hacer con todos esos cacharros que yo peleaba por no comprarte y ahora no se qué hacer con ellos; y en ocasiones sigo oyendo a veces ese maullido de protesta cuando, al abrir la nevera y coger el paquete de jamón cocido que tanto te gustaba te ponías a dar vueltas alrededor, como un comportamiento incompleto, inacabado y encajado donde falta tu reacción a esa acción; ahora me extraña la levedad del peso de la manta donde ya no reposas por la noche a los pies de la cama, y descubro un misterio en cómo permanece el olor de tus pasos a pesar de la limpieza profunda después de tu partida.

                Ahora pienso en esa última mirada tuya justo antes de marcharnos ese aciago día y dejarte en los brazos de la muerte, como si supieras exactamente lo que iba a ocurrir, como si en el fondo nos hubieras conducido tú al momento y lugar exacto donde todo tenía que pasar, en el lugar donde todo empezó, y con aquella última mirada me estuvieras diciendo: gracias por todo, os echaré de menos, hasta pronto.

Para Diddy (algún lugar indeterminado del año 2.010 – Ardales, 2 de Octubre de 2.013), allá donde te encuentres, espéranos siempre.

 P.D.: Gracias a Eduardo G. F. (el otro veterinario), por su tacto, buen hacer y comprensión en esos momentos difíciles.

Diddy

Diddy