Archivo de metro

La vida secreta de los vagones.

Posted in Historias del día a día with tags , on 17 abril 2015 by Jdcc

Tengo la poca fortuna bien aprovechada de haber podido viajar y haber conocido algo de mundo. No mucho, no poco, más de lo que imaginé, menos de lo que deseé.

 En algunas ciudades como Roma, Madrid, Barcelona, París, Londres, Dublín, de entre todo lo que encontré de distinto en ellas, siempre me sacudió la templada sensación de la existencia misteriosa y oculta de una especie de vida común, gemela o paralela en cada una, como si en el fondo, fueran todas la misma metrópoli: la que encontraba y encuentro en los vagones de metro.

 Recientemente en Málaga hemos estrenado esta forma de transporte, y cada vez que viajo en él no puedo evitar que me asalte y dejarme asaltar por esa percepción. Y cada vez, ahora más a menudo que antes, me detengo a observar su forma de vida, subterránea, independiente, distante; me detengo a ver cómo transita, cómo permuta en cada estación, cómo se transforma con cada pasajero, como una suma, como una resta; ver cómo la eterna curva al final del túnel es un símil del destino que recorremos día a día, oscuro, incierto, inacabado como un infinito.

Veo, como en todos los lugares, gente sumergida en su inseparable, triste y solitaria compañía de los móviles; gente persiguiendo una respuesta en los mapas y pantallas, o descifrando el misterio de las expendedoras de billetes; la vida cansada en los rostros de la juventud perdida de los ancianos y de la fuerza jubilada de sus brazos y piernas derrotados en cada sacudida con los vaivenes del vagón, bruscos como un oleaje; las impaciencia de quienes suben, las prisas de los que bajan; la voz callada de las palabras que saltan de las páginas de los libros abiertos de los que leen, absortos al espacio y al tiempo; la arrogancia de quienes no saben callar ni a destiempo, su mala educación; las miradas perdidas al infinito de personas, que como pájaros disecados, como estatuas, permanecen hieráticos, a la espera del automatismo de la apertura de puertas; las conversaciones discretas, guardadas y secretas; y detrás de todo, de repente, tras el impulso detenido, antes y después de ellos, de nuevo yo, como una mezcla de todos, participando del movimiento ondulatorio, intentando asumir y renegar de mí mismo en cada comparación, en esta perpetua búsqueda de la esencia de los momentos. Y como todas las cosas, después de todo y de todos, el final: la estación: buscada, esperada, ansiada; principio y final simultáneo y preciso, como un viento invisible que, de repente sopla y aparece arrastrando una hoja, y al instante sin más, se esfuma, como un recuerdo en el breve camino que recorre hacia el olvido que en un instante habrá de ser.