Archivo de Dublín

El olor de los libros.

Posted in Con los ojos cerrados y el corazón abierto with tags , , , , , , , , , , , , , , on 29 enero 2023 by Jdcc

Despierto en casa de mis padres, en el dormitorio que heredé de mi hermano cuando él heredó el mío al marchar yo de casa hace más de veinte años. Abro los ojos con dificultad pero con calma. No hay prisas cuando nadie te espera. Me desperezo suavemente y levanto la persiana para que entre el aire y la luz que saneen el ambiente cargado. Pongo los pies en el suelo rastreando las zapatillas que me eviten el frío contacto con el suelo. El impulso siguiente e instintivo, como en cada uno de mis día de vida, es poner música. Pulso el botón para encender la anacrónica mini-cadena de música recolocada recientemente en la estantería de este cuarto volviendo al hogar cual hijo pródigo. La misma que después de tantos años y tantas batallas sigue ahí dando guerra. Comprar como un rico y cuidar como un pobre era la consigna. Acciono la radio pero no me convence la emisión, así que decido colocar un cassette –sí, han leído bien queridos amigos, un cassette– y disfruto de la vieja mecánica de las platinas: junto con los discos en vinilo, pura magia sonora en este mundo hiperdigitalizado. A veces me arrepiento de haberme desprendido de casi todas mis cintas.

Me pongo en pie, hago una pausa, levanto la vista y sin querer repaso la estantería repleta de todos esos libros que mi madre se empeñaba en comprar para nosotros a través de la revista mensual que el comercial de turno del Círculo de Lectores traía siempre con recomendaciones. ¡Qué tiempos!¡ y ¡menuda presión aquella!. La mayoría nos limitábamos a amontonarlos en las baldas. Algunos aún conservan el envoltorio de plástico. Nunca fui, aunque siempre ansié ser, un devorador de libros.

Ojeo los títulos, alargo el brazo y cojo algunos al azar. Los abro y voy saltando de página en página. De repente, voy descubriendo todos los fragmentos que yo, por instinto o necesidad, empezaba a subrayar en muchas de las hojas de aquellos que comencé a leer. Eran fragmentos, frases o palabras que reconducían en mí una nueva curiosidad o que satisfacían emociones, sensaciones o inquietudes interiores para las que aún no disponía de las facultades básicas para expresar o exteriorizar, o incluso comprender o sentir. Al instante, un impulso natural e involuntario inicia mi particular ritual sensorial, mi hábito imprescindible, mi liturgia íntima y necesaria: ir percibiendo, como a cámara lenta, como de forma aumentada, el particular lenguaje de las hojas al crujir, la discreta caricia que se produce al roce y al tacto con las yemas de mis dedos; me acerco el libro y voy apreciando con detalle la decoloración que el tiempo ha provocado en las hojas; lo aproximo un poco más e inspiro el olor de sus páginas, y esa mezcla parece susurrarme algo unívoco, parece mostrarme en una extraña simbiosis entre continente y contenido su alma silenciosa, el alma que descansa en cada libro, el alma mestiza que nace entre quien lo escribió y quien lo lee a través de un tiempo hechizado. Concluyo para mí que cada libro es único y distinto, aunque sea el mismo, como ocurre con los árboles o con las flores.

La semilla por la lectura que plantó mi abuelo en mí creció bajo la insistencia y el empeño de mi madre para embarcarme en este inabarcable océano de los libros. Fue algo que, como otras tantas cosas, no tendré vida suficiente para agradecer.

Últimamente, en tiempos de tornados de series y plataformas digitales, cada vez aprecio más el sereno refugio de un libro. De hecho, en los últimos viajes, al tiempo de callejear, visitar museos, admirar iglesias y catedrales y por supuestos descansar en los bares, he adquirido la extraña costumbre de regalarme un libro en cada ciudad. Además, también me voy empapando de una nueva, impensada, mágica y laberíntica forma de viajar a través de los rincones que esconden bibliotecas o librerías que descubro, multiplicando una experiencia sensorial inesperada, distinta y absolutamente nueva y satisfactoria hacia lo sencillo y lo esencial de la vida en el mundo que se aglutina, se esconde y se desvela en el cuerpo desnudo de un libro.

  • Biblioteca del Monasterio de El Escorial. - El Escorial (Madrid)..
  • Librería Re-Read - Madrid 2
  • Librería Re-Read - Madrid
  • Librería la Buena Vida - Madrid
  • Librería el Tiempo Perdido - Granada
  • Heritage Library Hendrik Conscience - Amberes
  • Biblioteca en el Trinity College, Dublín (Irlanda)
  • Biblioteca del Museo Reina Sofía - Madrid
  • Biblioteca de la Uned, Escualas Pías - Madrid.