Treinta y cinco años de adolescencia.

En las cuestiones del séptimo arte se han producido muchos y profundos cambios de un tiempo a esta parte. Hoy en día casi puedes llegar a ver una película por internet antes incluso de que se estrene en una sala de cine para desgracia de los productores, pero allá por 1.985 las cosas eran muy diferentes. La mejor –y única– opción si querías ser de los primeros en ver una película de estreno y que nadie te la reventara era ir al cine donde te tocaba chuparte largas colas para comprar la entrada porque, para aquellos que no tengan edad suficiente o para los que el paso de los años les haya hecho olvidarse, no había otra forma de comprarla pues internet aún no existía a nivel “mundano” en nuestras vidas. La segunda opción, más tardía, era esperar a que saliera en “vídeo” y, para ser de los primeros, o tenías enchufe con el dueño del videoclub (*) de turno, o te recorrías todos los de tu barrio, o te tirabas esperando toda la tarde al nota que la había alquilado antes que tú y debía entregar la cinta ese día….. y rezando para que no se le pasara (para aquellos que no tengan edad suficiente o para los que el paso de los años les haya hecho olvidarse se pagaba un dinerito por alquilar la cinta de vídeo, ora sistema Beta, ora sistema VHS -porque el sistema 2000 no cuenta….. como tampoco contaba ya en aquellos tiempos-.

Sinceramente no recuerdo si me tragué largas colas en el cine, me pateé todos los videoclubs de la zona o me quedé esperando toda la tarde en uno de ellos para poder alquilarla, y tampoco puedo recordar el número de veces que la vería a lo largo de estos treinta y cinco años -la mayoría en una cinta de vídeo donde la grabé- hasta aprenderme el guión casi de memoria. Lo que sí puedo asegurar es que desde aquella primera vez en que ví los “Goonies” me convertí para siempre en uno de ellos, en un “goonie”, en uno más de la pandilla soñando con vivir otra de sus locas aventuras para poder ayudar a Mickey, para alucinar con los locos e ingeniosos inventos de Data, soportando las idioteces de “Bocazas” y riéndonos a costa de Gordi, poder pasear juntos en nuestras bicis por las calles de Astoria y ser eternamente jóvenes en los muelles de Goon. Desde aquella primera vez, os prometo, la magia de esa historia se quedó grabada dentro de mí para convertirme por siempre en un eterno adolescente hasta el día en que me hallen muerto como a Willy el Tuerto.

Perdón: olvide que “los goonies nunca dicen muerto”.

Para los más nostálgicos:

(*).- para aquellos que no tengan edad o para los que el paso de los años les haya hecho olvidarse un videoclub -según wikipedia- era/es un negocio que permite adquirir temporalmente en este caso de vídeo a cambio de un pequeño precio, un proceso también conocido como alquiler. Normalmente antes de proporcionar el artículo, la tienda pide tu información personal para hacerte cliente y datos de identificación como el DNI o un recibo para evitar fraudes y cobrar más si se atrasa el retorno de la cinta. Normalmente en los establecimientos físicos, las películas están expuestas por temáticas, separadas cada una en un pasillo o una estantería diferente. Normalmente sólo se exponía la caja de la cinta que sólo se daba cuando se alquila la película.

Deja un comentario