El horizonte de sucesos.

Qué delgada, qué fina y qué inapreciable es la línea que separa algunas cosas de la vida, ¿verdad?. Qué delgada y qué fina, como la piel que nos mantiene aislados del mundo. ¿Sabían que la piel es el órgano más grande del cuerpo humano? Seguramente la mayoría desconozca incluso que está considerado como un “órgano”. Su grosor medio suele ser de un milímetro, aunque según la zona puede oscilar entre el medio milímetro y los cuatro. La piel actúa como termoregulador, es uno de los principales órganos sensoriales y protege al organismo de todo lo que le rodea, de todo el espacio exterior…..sólo un par de milímetros separan el interior de nuestro cuerpo del resto del universo, ¡vaya milagro!.

Qué delgada, qué fina y qué inapreciable es la línea que separa algunas cosas de la vida, ¿verdad?. Como el amor del odio; como la frontera imaginaria de los países, como la vida de la muerte, como la verdad de la mentira.

Una mentira es como un rayo de luz en un agujero negro. Según Stephen Hawking (1), un agujero negro es un conjunto de sucesos que ocurren durante el «colapso gravitatorio» de una estrella, en una región del espacio tiempo, desde donde nada -ni siquiera la luz- se puede escapar y alcanzar a un observador lejano situado al otro lado. Su frontera se denomina «horizonte de sucesos» y coincide con los caminos de los rayos luminosos que están a punto de escapar del agujero negro pero no lo consiguen y nunca lo conseguirán. Luego, incluso, podría darse lo que se denomina una entropía, un aumento de ese horizonte de sucesos -esa frontera- cada vez que cae materia en el agujero negro. Cualquier persona que miente a otra la empuja a través de esa frontera, a ese horizonte de sucesos de donde ya no se puede escapar. Las personas que alimentan las mentiras, producen una entropía con cada una de ellas.

En el otro extremo, como símil de lo que se conoce como hipótesis débil de la censura cósmica, tenemos a la persona que sufre la mentira. Ésta, protege al observador que se queda fuera del agujero negro -el que miente- de las consecuencias de las crisis que, ante cualquier predicción, tiene lugar, pero ya no puede hacer nada por aquel al que empujaron al horizonte de sucesos.

Por suerte, según Stephen Hawking, los agujeros negros podrían detectarse -y por tanto evitarse- porque, aunque no emitan ninguna luz, se hacen notar gracias a la fuerza gravitatoria que ejerce sobre los objetos cercanos. Es decir, se les identifica por las cosas que le rodean. Por ello siempre es mejor evitar acercarse a uno de ellos porque de lo contrario, serás hecho añicos por la diferencia entre las fuerzas gravitatorias en los extremos más lejano (las verdades) y los extremos más cercanos (las mentiras).

Dado que en los últimos meses he estado afrontando -otra vez- una de esas eternas rectas finales voy comprendiendo que la vida no tiene rectas finales, que es la forma en la que afrontas las cosas lo que hace el camino más o menos empinado, recto o curvo. Pero ocurre que cuando vives por primera vez lo que nunca viviste, el corazón siente por vez primera lo que nunca sintió.

Me ha costado mucho entender esta mecánica de la vida, esta mecánica del corazón, donde las mentiras, por ejemplo, lo que esconden en el fondo de sus profundas y oscuras sombras son grandes verdades que tememos afrontar y reconocer así como en la mecánica cuántica cada partícula tiene su antipartícula con la que podrá aniquilarse en un destello luminoso. Y es que “cada mentira que decimos supone una deuda a la verdad, y tarde o temprano esa deuda se paga” (2).

(1) “La historia del tiempo”, S. Hawking; páginas 121 y ss.

(2) Valery Legasov, en su discurso en el juicio por la catástrofe de Chernobyl.

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