II Fragmento del texto: Viajes de ida y vuelta.

 

Viajes de ida y vuelta: De las ruinas del imperio

a la conquista de la Dacia

 

17/06/2012

 

MIENTRAS,…

….. de repente, al quedarnos solos, aquel cuerpo que hasta entonces había permanecido en una perfecta actitud hierática, parpadeando lentamente de forma espontánea, exhaló un profundo suspiro retenido, giró primero su cuello y luego el torso en una actitud de relajación. Aunque no ve muy bien buscaba con la mirada, como queriendo encontrar, en busca de la complicidad del buen conversador para iniciar una charla cordial que, hasta ese momento, parecía impensable que pudiera mantener.

 Mientras, con su gesto, mi tensión acumulada por la distancia de un idioma desconocido y una cultura diferente también se diluyó como el azúcar en el café, poco a poco, con cada movimiento, para después empezar a tomarle el gusto a aquella escena.

 Mientras, bajo un pórtico cubierto de sombras del verano, el abuelo, la abuela y la nieta permanecían sentados juntos como en una perfecta foto de banco del parque.

 Mientras yo disfrutaba de la paz del lugar, el momento y el ambiente, ellos tres mantenían su diálogo personal. No podía entender el significado de las palabras, pero sin saber por qué, sí pude recibir la sensación que transmitían y el sentimiento que compartían a través de ellas.

 Los movimientos de él eran lentos, muy lentos, como un atardecer: al subirse las gafas, al limpiarse la comisura de los labios… sus manos, trabajadoras durante una larga y dura vida de ochenta y siete años reflejaban en sus dedos hinchados el cansancio acumulado; mientras, la abuela parecía recoger los gestos de él acompañándolos con la mirada, como ayudándole de lejos, y parecía como si las fuerzas que a él le van abandonando ella las fuera recogiendo para poder seguir sosteniéndole.

 Mientras, la nieta, con la dulzura y la sensibilidad que le caracteriza, los miraba con devota admiración, la misma que ellos le procesan a ella, en quién ven el vivo reflejo de la hija que años atrás desapareció, con la devoción de quienes dudan de la posibilidad de poder volver a mirar aquellos ojos, tocar aquellas manos, besar aquellas mejillas.

 Mientras todo ocurre, intento imaginar el momento en que nosotros nos vamos y ellos se quedan solos. El momento en el que se acostarán juntos en la “bucatarie”, lentamente, y él, lentamente la cogerá de la mano, y en la sombra de una mueca de sonrisa entre los labios cerrarán los ojos muy despacio, y entre susurros, ella le apretará la mano con la esperanza de que los dos volverán a despertar mañana para repetir un día más la misma rutina de los últimos sesenta y dos años juntos, con el fin de sembrar otro grano de amor mientras este injusto mundo se adormece con su opio.

Para Mamaia y Tataia, las dos mitades de una historia cualesquiera de un anónimo y apartado lugar del mundo, por muchos años y por toda la eternidad.

P.D.: para el resto del mundo, “bucatarie”, es una especie de cocina – dormitorio.

Deja un comentario