De las ruinas a la prosperidad.

Todos tenemos ciertos momentos, imágenes, instantes, palabras o recuerdos que se pegaron a nuestra memoria de una forma inexplicablemente especial, se solapan a nosotros como nuestro nombre, como nuestra piel, de tal forma que somos capaces de retenerlos vivos a pesar del correr de los años. Uno de esos momentos me asalta hoy, uno de hace justo veinte años: colegio Nª Sª de la Luz donde cursé la E.G.B. (para los mas jovenes = Enseñanza General Básica), clase de Don Fernando, mi profesor de matemáticas en aquel tiempo, uno de esos profesores que te marcan y te dejan huella, y me llamó la atención en mi temprana inquietud disfrazada de ignorancia, la forma y la entonación con la que ese hombre nos hablaba, sensiblemente emocionado, de la importancia del acontecimiento que estaba teniendo lugar en un país llamado Alemania que, a esa edad al menos a mí, me parecía tan lejano como la luna. Nos habló de la caída de un muro levantado hacía casi cuarenta y cinco años, el muro de la vergüenza, que separó un pueblo en dos después de una guerra mundial espantosa, y de la reunión de las dos Alemanías, pero a pesar de eso, no alcazaba a entender la importancia que él si veía.

Maquiavelo escribió: «Así, la virtud conduce al reposo, el reposo a la ociosidad, la ociosidad al desorden y el desorden a la ruina: así como el orden nace de las ruinas, la virtud, del orden, y de la virtud, la gloria y la prosperidad. Los hombres juiciosos observaron que las letras no vinieron más que después de las armas, y que en las provincias y ciudades no se vieron nacer los filósofos más que después de los capitanes». Esta podría ser la foto de una triste verdad, una entre tantas que acompañan a este animal que tropieza mil veces durante dos mil años con la misma piedra que se llama hombre, hoy, una vez que he vivido un poco más, que he aprendido, sentido, padecido, sufrido, destruido, visto alzar y derribar muchos muros entre personas y países, muros no hechos de ladrillos o piedras precisamente, sigo contemplando con tristeza amarga cómo día tras día, no dejamos de construir otros pequeños muros cotidianos, para después tener que luchar para derribarlos, muros invisibles, incomprensibles, casi irreconocibles que separan, que distancian, que hieren, que matan, pero hoy sin embargo, veinte años después, me quedo con la imagen de las personas arrancando el muro de Berlín con sus propias manos, de cómo se abrazaban en su reencuentro y de cómo lloraban ante tal victoria a pesar de los años y del sufrimiento, y por eso reclamo como bandera esa demostración y prueba palpable de que no existe muro que no pueda ser derribado con la voluntad que mueve a los hombres en busca de un futuro mejor, de un mundo mejor y más justo, de hombres y mujeres unidos en busca de la libertad.

3 respuestas to “De las ruinas a la prosperidad.”

  1. aprendizdesoñador Says:

    Un gran acontecimiento sin duda. Cuando estuve al lado de un trozo del muro de Berlín pensé en todo lo que tuvo que pasar esa gente. Pero como bien dices, siempre habrá muros que derribar, por suerte o por desgracia.

  2. jdcuenca Says:

    Por curiosidad…..¿dónde estuviste?….o mejor dicho…¿dónde estaba el trozo de muro?

  3. aprendizdesoñador Says:

    más vale responder tarde que nuca. tenía el blog súuper abandonado. tanto el mío como el de los demás. El trozo del muro de berlín estaba en sevilla. En isla mágica. Lo vimos en agosto del 2007 creo. A ver si te envío las fotos por mail. Un beso

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